Hay que luchar desde la base por un movimiento de masas capaz de derrocar al sistema
Las elecciones generales del 20D se presentan como el punto más álgido del ciclo electoral que ha marcado el año. Sus resultados representaran una cierta expresión de la correlación de las fuerzas políticas acumuladas a lo largo del último periodo. Y entendiendo – como entendemos los marxistas – que la política tiene como eje los intereses de distintas clases sociales, sabemos que será una expresión más o menos cercana a el estado del movimiento de los trabajadores, jóvenes, parados y todos los oprimidos.
En estas elecciones, la posición de las fuerzas políticas representativas de esta nuestra clase frente a las fuerzas políticas – tanto viejas como nuevas – del capital y el régimen de 78 es el elemento clave para los socialistas revolucionarios y por ello debemos luchar activamente por fortalecerla lo máximo posible.
En estas elecciones, la posición de las fuerzas políticas representativas de esta nuestra clase frente a las fuerzas políticas – tanto viejas como nuevas – del capital y el régimen de 78 es el elemento clave para los socialistas revolucionarios y por ello debemos luchar activamente por fortalecerla lo máximo posible.
Sin embargo, dicha correlación de fuerzas expresadas electoralmente no es el reflejo directo de la posición social de la clase trabajadora, o dicho de otra manera, del poder real de cada clase. Unas elecciones dentro del marco del régimen del 78 no son el campo de batalla más favorable para los que luchamos por los intereses de la clase trabajadora. Además, hay que tener en cuenta que un resultado electoral es una medida estática de la conciencia de amplias capas de la población, una especie de foto fija sobre algo que no es fijo sino vivo y cambiante.
Son las luchas masivas de los últimos 5 años -las huelgas generales, la autoorganización de amplias capas de trabajadores, jóvenes, pensionistas en las mareas, en la PAH … y el apoyo masivo que estas luchas han tenido, lo que nos da la mejor imagen de la fuerza que tiene la clase trabajadora. A pesar del actual breve reflujo de estas luchas, ésta sigue siendo la correlación de fuerzas vigente.
Socialismo Revolucionario ha defendido durante todo el ciclo electoral la presentación de una candidatura única de estas fuerzas sociales, buscando dar lugar a una nueva fuerza política capaz de aglutinar estas luchas y basándose en un programa 100% antiausteridad. Esta candidatura, construida democráticamente desde la base, hubiera podido unir a todas las fuerzas políticas antiausteridad (Podemos, Ahora en Común, las CUP,…) retomando el hilo de las exitosas candidaturas de “unidad popular” de las municipales de mayo.
Lamentablemente, una candidatura así no ha sido posible, no por diferencias políticas insuperables, sino por sectarismos organizativos y un funcionamiento burocrático que ha impedido una verdadera confluencia desde la base. De este fracaso, las direcciones políticas de todos los partidos importantes comparten la culpabilidad. Se ha tratado de imponer la “unidad” desde arriba en vez de empoderar a la clase trabajadora y ayudarla en la construcción de una verdadera unidad desde abajo.
Políticamente, en las condiciones actuales – cuando aplastar al bipartidismo capitalista y al “novedoso” pero igual de reaccionario, Ciudadanos, se coloca como objetivo primordial – no hay ninguna justificación objetiva de la desunión de estas candidaturas.
Sin embargo, eso no significa que no haya ciertas diferencias. Por un lado, la candidatura Unidad Popular, encabezada por Alberto Garzón, es la que actualmente más cerca está de una política 100% anti-austeridad y rupturista. Su programa (o pre-programa por lo menos) recoge muchos de los elementos que la dirección de Podemos ha ido abandonado en nombre de la centralidad y moderación. Por otro lado, el peso histórico de los errores cometidos por IU durante el pasado (pactos con partidos burgueses, aplicación de austeridad,…) lastran más su potencial que el de Podemos, que en estos momentos presenta una imagen de partido más fresco.
Algo que une a ambas candidaturas es que ninguna de ellas pretende superar el capitalismo en sus planteamientos concretos. La experiencia griega nos ha mostrado como en el contexto de la crisis actual y la dictadura de los mercados y la Troika en Europa, hasta la más mínima reforma en defensa de las condiciones de vida de las masas lleva a un enfrentamiento profundo con el sistema y sus instituciones. Entender que una defensa duradera de las reivindicaciones obreras y populares no es posible en el marco de la dictadura de la Troika y los mercados es la principal lección que debemos extraer del proceso griego. La ruptura con ellos – y así con la UE y euro capitalista – es condición indispensable para la recuperación de unas condiciones materiales dignas para todos los pueblos trabajadores, tanto en el Estado español como en el resto de Europa.
Conscientes de cómo se tambalea su orden establecido, las voces más pragmáticas del capitalismo español claman ya abiertamente por una reforma constitucional. Frente a la perdida de legitimidad de las instituciones y partidos y al desafío del pueblo catalán que exige poder decidir democráticamente su futuro buscan hacer un nuevo retoque a la Transición para intentar acabar con el peligroso cuestionamiento del sistema.
La izquierda y movimientos obreros y sociales tienen que tener claro que los problemas actuales no se resolverán con un retoque constitucional, ni grande ni pequeño. Hay que atacar las raíces de la situación y luchar por un programa rupturista y socialista. El eje de los problemas del régimen de 78 no se encuentra en la superestructura sino en la base fundamental de la sociedad capitalista – la propiedad por parte de unos pocos de los bienes de todos. La solución pasa por romper ese eje, a través de la propiedad pública y democrática de la riqueza y la recuperación de los pilares de la economía. Esta es la base de una solución socialista, que se tiene que abordar a nivel estatal, europeo y mundial.
Otro de los retos a los cuales se enfrenta la izquierda en estas elecciones es el saber dar una respuesta de clase a otro de los grandes problemas que el capitalismo es incapaz de solucionar en el Estado español: la grave crisis nacional existente en Cataluña, a la cual se le niega su derecho a ejercer plenamente su soberanía. A pesar de que tanto Podemos como Unidad Popular registran en sus programas el derecho a decidir mediante referéndum, su defensa del mismo es demasiado tibia y siempre supeditada a la voluntad del estado para poder ser ejercido. Al igual que en el resto de temas, sólo mediante una vía realmente rupturista es posible dar solución a esta crisis y ello pasa por estrechar vínculos con la izquierda independentista, para arrebatar conjuntamente el liderazgo del movimiento a los partidos burgueses, tanto en Cataluña como en el resto del estado, y plantear un movimiento conjunto que reclame el ejercicio de ese derecho mediante la movilización sostenida y la desobediencia civil. En este sentido, tanto la izquierda estatal como la catalana, deben tener claro que ellos son los únicos aliados posibles para ésta y cualquier otra lucha, y que los pactos con la burguesía acaban significando capitulación ante el sistema.
Por todo lo anterior, SR sostiene que es necesario votar – por la izquierda alternativa – pero que ¡no es suficiente! Hay que ir más allá, luchando políticamente por un programa claramente rupturista para la izquierda y los movimientos sociales, al mismo tiempo que se vuelve a reactivar la movilización en la calle mediante los métodos tradicionales de la clase trabajadora (manifestaciones, ocupaciones y huelgas), dentro de un plan de lucha sostenido.