Badalona se ha convertido
en una de las pocas, pero relevantes, ciudades en las cuales una candidatura de
confluencia, de izquierdas y representante de las clases populares ha
conseguido obtener la alcaldía tras las elecciones municipales del pasado 24-m.
El mérito
es enorme ya que en muy pocas ocasiones una candidatura sin representación
anterior y con unos recursos realmente limitados obtiene unos resultados tan
satisfactorios hasta el punto de convertirse en la segunda fuerza política de
un ayuntamiento realmente fragmentado.
Como en la mayoría de
sitios donde han triunfado estas candidaturas su gran acierto ha sido saber ver
y llenar el hueco que hay abierto en la conciencia de mucha gente transmitiendo
unidad, honestidad y frescura. En una ciudad fuertemente polarizada debido al
impacto de uno de los alcaldes más reaccionarios del estado, y donde el resto
de fuerzas de izquierda no han sabido ni querido renovarse – no han sido
capaces de atraer a ninguno de los numerosos nuevos activistas que se
incorporaron a las luchas tras el 15M - el magnífico resultado de Guanyem
Badalona en Comú supone una sacudida increíble al tablero político y abre un
nuevo ciclo para todos los que llevan años trabajando por una verdadera
transformación social.
Teniendo en cuenta que
Guanyem sólo dispone de 5 de los 27 concejales del ayuntamiento, la posibilidad
de gobernar se antoja única e irrepetible en dichas circunstancias.
Precisamente la figura de Xavier García Albiol, con todo lo negativo que ha
aportado a la ciudad durante la última legislatura, ha facilitado que esto sea
posible obligando al resto de fuerzas políticas a escoger entre investirle a él
o a Dolors Sabater, cabeza de lista de Guanyem Badalona en Comú.
La investidura de Dolors
Sabater es una excelente noticia que va a favorecer y fortalecer enormemente la
lucha social y de clase. Por fin, habrá un gobierno que coloca “nuestra” gente (activista,
obrera, honesta) en posición de responsabilidad.
Sin embargo, también
supone la entrada a una nueva fase llena de nuevas tareas y desafíos. La
cuestión central es cómo llevar a cabo, desde una posición institucional minoritaria,
una política en beneficio de la mayoría social. O sea, como implementar las
políticas defendidas por los movimientos sociales y satisfacer las necesidades
de la gente corriente, teniendo en cuenta que se está en clara minoría.
Ruptura y gobernabilidad
El programa de Badalona
en Comú fue elaborado colectivamente y uno de los principios que guió su
desarrollo fue el partir de la ruptura con la actual manera de gobernar la
ciudad. El populismo, la opacidad, la xenofobia, el clientelismo y la impunidad
con la que fueron ejercidos durante años han de ser desterrados para siempre de
Badalona. Transparencia, participación y respeto a los derechos civiles y
sociales son pilares sobre los cuales se deben de asentar toda forma de hacer
política. Pero en nuestra opinión, dichos pilares no son suficientes para
convertir a una candidatura en rupturista.
Una política rupturista
es aquella prioriza las necesidades de las personas, no la lógica de los
beneficios, y que está dispuesta a poner a disposición del pueblo todos los
recursos disponibles para cubrirlas, independientemente de si eso encaja o no
en la legalidad capitalista.
El estado capitalista
supone tal camisa de fuerza y está tan al servicio de las clases dominantes que
muy poco se puede hacer si se sigue sus normas. A nivel local el ejemplo más
claro es la “ley de estabilidad presupuestaria” que impide elaborar el
presupuesto municipal con déficit. O sea, si tienes 100 para gastar pero para
cubrir las necesidades básicas de la ciudad necesitas 200, pues has de
priorizar y dejar la mitad de las necesidades básicas sin cubrir.
¿Cómo llevar a cabo,
entonces, una política rupturista si la legalidad vigente no te lo permite?
Al fin y al cabo, las
transformaciones sociales no se dan a través de las instituciones, es la
correlación de fuerzas en la calle y la capacidad de movilización y organización
del movimiento las que las permiten llevar a cabo. Por ello, la principal
función de un gobierno de izquierdas no es ser un mero gestor de las migajas
capitalistas sino estar al servicio del movimiento dándole visibilidad y
haciendo un llamamiento a la movilización y a la desobediencia civil masivas
como métodos para transformar la sociedad. Poner sobre la mesa cuestiones tan
relevantes como qué es lo que se puede o no se puede hacer o cuáles son los
límites del sistema. Evidenciar la imposibilidad de conseguir avances estables
siguiendo unas normas hechas para favorecer a las clases dominantes.
Popularizar todos estos debates y llegar colectivamente a las conclusiones
correctas.
Un gobierno de izquierdas
tiene que ser capaz de ser la punta de lanza de todo ello y difícilmente lo
conseguirá si en sus filas cuenta con partidos que no cuestionan el sistema de
fondo y que en última instancia representan los intereses de otras clases
sociales. Partidos que nunca van a aceptar la movilización como método. Nos
tememos que compartir gobierno con estos partidos supone rebajar el programa al
campo de lo que “es posible” a cambio de mantener la alcaldía.
Con 5 de 27 concejales
sólo se puede mantener un gobierno de dos maneras: por la vía de la
negociación, buscando consensos, con los que se pueden conseguir ciertos
avances pero que en última instancia supone renunciar a corto plazo a un
programa rupturista; o por la vía de la movilización, ganando la calle y
ejerciendo ésta una presión insostenible sobre todos los partidos. Dos vías que
no sólo no se cruzan sino que se van separando.
Desde SR defendemos la
segunda vía, mediante un gobierno plenamente de izquierdas, aunque ello
requiera estar en minoría, pactando un programa rupturista entre Guanyem y – si
lo aceptan – ICV-EUiA y basándose en la movilización obrera y popular para
llevar a cabo las políticas realmente necesarias. El pueblo, organizado y
movilizado de forma sostenida, es capaz de imponer un programa de paralización
de los desahucios, rechazo de la deuda municipal y desobediencia a los límites
presupuestarios impuestos por los gobiernos centrales y autonómicos.
Partidos pro-austeridad
como PSC o ERC, o al menos sectores de ellos, se verían obligados por esta
fuerza organizada a dar su apoyo a dichas medidas. Una Badalona rebelde aliada con
una Barcelona rebelde e incluso un Madrid, Zaragoza o Cádiz rebeldes crearían
el inicio de una red estatal que serviría para preparar la derrota del
bipartidismo y las políticas de austeridad.
La izquierda en Badalona,
así como en muchas otras partes del estado, se encuentra ante una ocasión única
que debe ser aprovechada, pero para ello se ha de entender que la
gobernabilidad no da poder, el poder está en la calle y en la capacidad de
movilizar a las masas por sus demandas. Esta es el principal reto que debe
afrontar el movimiento.